Editorial. Arantza Ibergallartu

14.05.2009 16:40

 

Editorial

 

Arantza Ibergallartu

 

Los entusiastas de la lectura siempre hemos encajado mal la eficiencia de una sola imagen. Poco después de que el gran Chaplin se encargara de fundamentar la afamada sentencia, llegó la banda sonora, y la hacendosa imagen pudo al fin zafarse de tamaña responsabilidad: dejaba de ser preciso hacerse eco de tan dilatado discurso, más bien propio del mundo de las letras. Claro que para entonces, Griffith, padre del cine moderno, ya había acreditado que la pantalla era capaz, por sí misma, no solo de contar historias, sino de transmitir y emocionar.

Siendo que el arte ha reflejado siempre la búsqueda del hombre, no sorprende la espontánea sintonía entre sus diferentes manifestaciones. Desde sus inicios, el cine ha rondado a la literatura abordándola en todos sus géneros, al tiempo que el lenguaje de la pantalla ha sido constante referencia para autores que incorporan procedimientos cinematográficos en el desarrollo de sus narraciones. Tal es este vínculo, que el propio guión se insinúa nuevo género literario. También desde la combinación texto-imagen, el cómic acredita una voz singular dentro de la literatura. Aún por comprender y explorar, es deuda pendiente para muchos de nosotros.

Parece tarea fácil pero hacer de un libro una película es cosa de valientes dado que el lector espera encontrar en la cinta la traslación de la obra literaria. Pero el cine es otra cosa... la proyección vierte el contenido del mensaje con sus particulares ingredientes. Desde la seducción que prestan imagen y sonido, se hace preciso desmontar la estructura narrativa para adaptarla al discurso fílmico. Es decir, la obra escrita debe descodificarse y reinventarse. Es así que imperiosamente se transforma: la historia deja de ser Literatura para convertirse en Cine.

Y por rendir a cada arte el culto que se merece, yo les propongo que cuando acudan a una sala a ver la obra que leyeron, ocupen sus asientos dispuestos a ver Cine. Merece la pena.

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Coincido punto por punto con lo que tan bien expones, Arantza. Sin duda voy a disponerme a ver cine y nada más, tratando de apreciar sus elementos desde el punto de vista de sus creadores, sin enrarecer el asunto con reminiscencias literarias. Bueno, al menos voy a intentarlo...

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Es inevitable esperar que la transposición nos comunique lo mismo que la obra literaria y que conserve ciertas escenas clave de la historia, pero también hay que verla considerando que es un lenguaje distinto que se sirve de otras estrategias comunicativas. Ser fiel a todos los pasos que sigue la narración literaria no es garantía de una buena transposición, mientras que sí se dará por buena aquella que consiga transmitirnos el mensaje; la esencia de la historia que nos dejó la lectura. Ahora mismo estoy recordando la frase de Marjane Satrapi que se reproduce en el artículo Cine y Cómic: " (...) no puedes confiar en la imaginación del espectador tanto como en la del lector". Me sirve la frase, aunque alude al mundo del Cómic, porque justifica muchos de los elementos que a veces nos sorprenden en la pantalla por no aparecer en la obra escrita, y que a menudo están encaminados a conducir nuestra percepción de las historia.

En fin... estos y otros asuntos que se desglosan en el artículo Cine/ Literatura nos ayudan a los lectores a juzgar de manera más propia las transposiciones. Ese es nuestro propósito al acercar a los lectores los entresijos de este binomio.

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